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¿Por qué sufren las mamás?


¿Por qué sufren las mamás?

¿POR QUÉ SUFREN LAS MAMÁS?

Andrés Ricardo Benavides.

Coach Presidente de la Asociación Iberoamericana de Coaches Comerciales

Director del Movimiento Conversaciones que Curan.

¡No se equivoquen! Este texto nada tiene que ver con el sufrimiento, sino con la oportunidad que toda mamá tiene de aferrarse al amor, para darle sentido a su vida y para aliviar, si en amor permanece, todo sufrimiento.


Hay algo, en el centro de toda madre, que le acerca más a lo divino, que le mueve siempre a hacer lo bueno, al menos a una persona en particular (su hijo). No es nada pensado, es instintivo y absolutamente natural, quizá esa sea la clave de todo esto, lo natural, lo auténtico.


La gran mayoría de culturas, desde las más antiguas y hasta las modernas, llegan a la conclusión de que el amor es el centro y la razón de la existencia. Concluyen que, la persona que permanece en amor es quien más cerca se encuentra de su naturaleza divina y puede, por lo tanto, obrar con el poder de Dios.


[…]Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.


En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza […], pues como él es, así somos nosotros en este mundo.

1Juan 4:16-17


Digo entonces que por el hecho de ser madres (muchos padres también se incluyen), la experiencia de la maternidad les permite permanecer en amor como ningún otro ser, y que esto no solamente tiene que ver con ellas y su relación madre-hijo, si no con el destino mismo de la humanidad. ¿Por qué?, porque aprendemos por ejemplo y por imitación. Entonces, los atributos de Dios que se encuentran naturalmente presentes en las madres, pueden llegar a ser, en alguna medida, los nuestros. ¿Y no es ese el fin de toda religión o creencia espiritual? ¿Qué andemos por la vida expresando nuestra divinidad?


No digo que las madres sean la fuente del amor con la que viviremos, ni que seamos incapaces de vivir desde el amor sin la influencia positiva de una madre. Lo que quiero significar es que, por estar ellas más cerca de lo divino, su vida, y su manera de relacionarse con nosotros, es lo que necesitaremos muchas veces para reconocer nuestra propia divinidad y entender mejor el amor que nos compone.


Entonces, ¿Por qué sufren las mamás?


¡Porque olvidaron la lección! No sabemos en qué momento de la historia antigua o reciente, las mujeres reemplazaron el amor por miedo. Digo reemplazaron y no conjugaron, porque ellos (amor y miedo) son como la luz y la sombra, donde está uno no puede estar el otro. Lentamente y quizá sin saberlo, la maternidad ha elegido al miedo como su guía y la naturaleza divina se está desvaneciendo. ¿Y en qué aspectos está presente el miedo? ¡Quizá en todos!.


Hoy el miedo está presente en casi todas las interacciones humanas, pero saben, esto empezó en casa, sobretodo en la relación padres – hijos.


Tal vez todo empieza con el deseo motivado por el amor de acariciar y besar a tu bebé y de repente, te invade la idea de que si lo haces demasiado fuerte podrías dañarlo. Luego elegiste la ropa que menos rose su piel y después la ropa que mejor luzca, porque habrá visita. Pero esta vez ya no es solo su bienestar (el del bebé) lo que te impulsa, esta vez tienes miedo de que te digan que eres una madre descuidada. La energía ha cambiado, ahora conoces como ser madre desde el miedo y el amor, aunque sentido, empieza a perder oportunidad de manifestarse.


Los alimentos, el coche, su peinado, su vestido, sus juguetes, su escuela, sus maestros, sus amigos, sus novios o novias; su decisión profesional, su trabajo, sus negocios, su esposa, sus propios hijos… ¡TODO!, todo en adelante se estará experimentando con una cuota importantísima de miedo. Desde luego, al ser la relación más estrecha que un ser humano tiene, la relación madre (o padre) e hijo, es imposible pensar que sus propios temores (los que tiene ella con respecto a su propia experiencia de vida) no se agudicen.


Pero como he escrito al comienzo, este no es un artículo para hablar del sufrimiento y mucho menos del miedo. Les he tenido solo como referentes explicativos.


En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor […], y el que teme, no se ha perfeccionado en el amor.

1Juan 4:18


Perfeccionarse en el amor es la tarea, entender bien al amor es lo debido, pues parafraseando el texto bíblico, quien entiende al amor, entiende y conoce la naturaleza de Dios.


Entiende entonces al amor como la energía (no solo el sentimiento) con la que todo el universo ha sido creado y se sostiene. El amor es la fuerza de la que se vale la divinidad para cumplir sus propósitos, en los cuales estamos incluidos.


Las madres tienen la capacidad de volver al amor muy fácilmente, es como si el canal estuviera más abierto. Pero, precisamente por no conocerle mejor, se alejan de él con mucha facilidad.


¿Qué hacer para volver al amor?


Compartiré contigo 3 reflexiones o actividades que puedes hacer para ponerte en el camino de regreso al amor.


1. ¿Confía en tu naturaleza divina? No me referiré a religión alguna. Independientemente de la naturaleza de tu fe. ¿Sientes divinidad en tu interior?


Cierra los ojos… por un momento reconoce lo que hay dentro de ti, te encontrarás con un universo mucho más grande que el conocido. En este lugar habitas y todo lo que hay allí está hecho de amor puro. Deja de orar a las estrellas, busca las estrellas dentro de ti. El Dios que está en las estrellas, también te habita y te guía desde dentro.


Aprende a ir adentro, tal vez sea un camino diferente, pero te aseguro que te encontrarás allí con tu naturaleza divina y por lo tanto con el amor que disuelve todo temor.


Si analizas las palabras del texto bíblico que compartí, la escritura dice “permanece en amor” y no “permanece en el amor”. La diferencia es casi imperceptible, pero es la clave del asunto. Tú dices “permaneces en el carro”, no dices “permaneces en carro”; dices “permanezco en la silla”, no “permanezco en silla”. Comúnmente, usas “el”, cuando haces referencia a algo que está fuera de ti. Eliminar esta palabra de dos letras te lleva por completo a la experiencia interna y así “permaneces en amor”, como puedes también “permanecer en paz”. Las dos expresiones hacen referencia a estados internos, no a cosas o situaciones externas.


2. Has lo que haces con profundo sentido y como parte de tu misión en la vida. ¡¿Entiendes que tu existencia tiene sentido y propósito?! ¡¿Que eres parte de algo mucho más grande que tu anatomía?! Y que, permaneciendo en amor, ¡¿siempre serás amada, sustentada y cuidada!? ¡No siempre de la manera que esperas, pero siempre de la manera que necesitas!


Permítete renunciar a tus propias conquistas y primero déjate conquistar por el llamado de tu divinidad. Si entiendes tu rol de madre como parte de tu propósito divino, el amor siempre estará presente y jamás te sentirás sola. Todos hacemos mejor las cosas cuando nos sentimos amados, cuidados y sustentados. ¿Y si la divinidad te estuviera cuidando? ¿Qué tipo de pensamientos dejarías atrás? ¿Qué harías? Y ¿cómo lo harías?


Todos los anhelos de tu alma tienen derecho a cumplirse, pero primero viaja a tu centro y no salgas de ahí sin tener en el pecho la certeza de tu naturaleza divina, del cuidado divino, del sentido de tu vida y del propósito de tu existencia.


3. Reconoce la energía del amor en todo lo que haces. La energía del amor es la fuerza con la que obra la divinidad, por eso es tan importante que la conozcas e identifiques cuándo está presente y cuándo no.


En este momento es imposible para mí no recordar una escritura que siempre me ha acompañado, hace parte de la literatura mormona y dice “haré que tu pecho arda”. Reconocer el amor parece una tarea fácil, pero es esa suposición la que nos ha metido en tanto embrollo como humanidad. Hemos construido una sociedad sostenida en “actos de amor” que se fundamentan en el miedo. ¿Es miedo o amor lo que te mueve? Esa es la pregunta a responder.


La Paz es la expresión más grande del amor, en todos los sentidos y tanto a nivel personal como en la sociedad. La persona que lleva en su pecho un profundo sentimiento de paz, está conectada con el amor y con su naturaleza divina. Pasa tus decisiones por este filtro: ¿Hay paz en mí cuando pienso en esto que estoy haciendo? Y si no encuentro paz, ¿qué puedo hacer para que esté presente? ¿Cómo podré hacer esto o aquello de modo que haya paz en mí?


Volvamos al ejemplo más básico de este texto. Vestiré a mi bebé. El amor te mueve a protegerle y garantizarle los cuidados que necesita para crecer y desarrollarse. Pero cuando el miedo aparece se va la paz. Ahora quieres ser vista como una madre cuidadosa, exitosa, próspera, educada, conocedora, abnegada, sacrificada, fuerte, tenaz, y un gran etcétera. Terminas aferrándote a estas ideas y alejándote de la intención original. ¡Revísate!


El escrito bíblico también nos da una clara idea de lo que en nuestro pecho albergamos cuando hacemos lo que hacemos permaneciendo en amor. “el fruto del espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”. ¿Podrían ser estos los frutos de mis actos?


Y si esos pueden ser los frutos de mis acciones, como madres, ¿tendrán ustedes la misión de inspirar esto en sus hijos? ¿Tendrá esto que ver con los dolores de la sociedad y de la humanidad?


¿Por qué sufren las mamás?, me pregunté al comienzo de este escrito. Sufren porque históricamente nos hemos alejado de la divinidad y del amor bien entendidos. Sufren porque aún no sabemos cómo regresar a él y porque el miedo, silenciosamente está minando nuestra autoestima, y nuestro potencial divino.


Gracias a todas las madres que nos enseñan el amor, gracias por lo que hacen y gracias por lo que seguirán haciendo. Mi petición amorosa es que recuerden hacer su parte dentro del plan divino. Que se sientan parte de algo mucho más grande que ellas. ¡No pueden dejar este mundo sin la certeza de que inspiraron amor en los suyos!


Tener gozo es el fin último de la vida y no hay mayor gozo que el que podemos experimentar eligiendo permanecer en amor.


Andrés Ricardo Benavides

Coach Presidente AICC COACHING

Director del Movimiento Conversaciones que Curan


Visita:

www.aicc-coaching.com

www.conversacionesquecuran.org

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